He aprendido a fluir, confiar y a vivir desde mi energía femenina.
Pero no fue fácil. Hoy me di cuenta que lo ideal habría sido volver a ella, mi madre, la que me acogió en su vientre y me lo dio todo.
También, a ella: mi sombra. Aquella que tiene todos los aspectos que van a revelar mi luz más profunda y en quien puedo confiar.
Aprendí a maravillarme con pequeños detalles y a confiar en las grandes turbulencias de la vida, con todos sus ritmos y sorpresas.
Sobre todo, a que hay un hilo grande que me sostiene, siempre, aunque yo no lo vea.
He aprendido a poner los pies en la tierra, unas veces más anclados que otras.
Y a seguir observando, a seguir observándome.
A ver cómo todo va revelándose.
Porque finalmente, es confiar…
Es fluir, es saber que hay algo más grande y también comprender que todos los ritmos son perfectos.
Es maravillarme, es observar, es sentir y fluir con todas mis emociones, porque ellas también son perfectas.
Luego, volver a subir
A subir a la mejor versión de mí misma, confiando en que el ciclo volverá a repetirse en el momento indicado.